¿Perdida? Culpable.
¿Caprichosa? Culpable.
¿Enamorada? Culpable.
¿Arrepentida? Jamás.
Me declaro culpable y punto. La que has liado, Jimena.
Entre dos aguas. Constantemente caminando entre dos ríos.
Uno tranquilo, me genera paz. Con poco caudal pero navegable. De agua caliente y entorno romántico. Al bañarme en sus aguas siento como envuelve mi cuerpo imitando el calor de la manta y la comodidad del sofá. Responsabilidad. Círculo de confort. Calma. Estabilidad. Constancia. Credibilidad. Firmeza.
El otro rico en fauna, vivo, fuerte, de entorno abrupto y agua helada que acaba en cascada. En sus profundidades también me siento en paz. Me genera dudas, me hace estar alerta. Beber de sus aguas me da sed. Y no lo puedo negar, quiero más. Acecho. Miedo. Temblor. Un escalofrío huye despavorido cuando me acaricia.
Y ahí, al borde de ese precipicio, en medio de una montaña perdida en el norte de algún recóndito lugar, me encuentro ahora mismo. A punto de saltar al vacío.
Sé que no estoy sola. Qué como yo, cientos de mujeres, divagan a diario sobre si deben saltar o no. Yo salto. Y salto porqué quiero. No porqué deba hacerlo. Porqué me da la gana. Porqué se acabó el juego. Porqué la vida es una. Y hay que arriesgarse por lo que vale la pena.
Así que una vez decidida, con el Rimmel y los tacones puestos, me lanzo al vacío. Sabiendo que la ostia puede ser grande, y segura de mi capacidad de sobrevivir a ese tipo de golpes, me dispongo a avanzar unos pasitos, hasta que los dedos de mis pies acaricien el aire que queda entre la fría piedra y la nada.
Señoras, señores, damas y caballeros… ¡Allá voy!
Siempre vuestra, Jimena.
El agua es necesaria para la vida, y felicidades por haber elegido el rio abrupto y la cascada. ¡La vida en cautiverio no es vida!
¡¡¡Me ha encantado, Jimena!!!
¡Muchísimas gracias, Roger! Arriesgar y sentirse acompañada es un lujo en los tiempos que corren.
Me encanta seguir leyéndote por aquí, un placer.
Besos,
Jimena.